Logo Funcas

Alemania, año 2025. El primer mes de la era Merz (I). ¿Y España?

Comparte esta entrada

“Todo comienzo es difícil”: estas cuatro palabras forman un popular proverbio alemán[1] que Friedrich Merz probablemente escuchó de sus más allegados el pasado 6 de mayo, cuando en la primera votación de su elección como canciller federal, inesperadamente –y por primera vez en la historia de ya casi 75 años de la República Federal de Alemania–, le faltaron seis votos de los 316 necesarios para su investidura. Pero, asumiendo el propósito de ese proverbio, que no es otro que el de alentar una actitud enérgica y resistente ante cualquier dificultad inicial, inmediatamente después de conseguir la mayoría absoluta en una segunda votación y jurar su cargo, el canciller arrumbó este fracaso inaugural y se puso manos a la obra. 

Su agenda oficial en el primer mes de mandato merece el calificativo de frenética. En su primera jornada viajó a Francia y a Polonia, reuniéndose con Emmanuel Macron y Donald Tusk, y reavivando el espíritu del “Triángulo de Weimar”, grupo de conversaciones y consultas creado en 1991 entre estos dos países y Alemania. Con ambos mandatarios se volvió a encontrar a finales de esa misma semana, cuando, junto con el primer ministro británico Keir Starmer, viajaron en cuarteto a Ucrania para mostrar su apoyo a Volodímir Zelensky. Antes de emprender ese viaje a Kiev, Merz había recalado en Bruselas en el Día de Europa (9 de mayo), entrevistándose con el presidente del Consejo Europeo, António Costa, la presidenta de la Comisión (y compañera de su partido), Ursula von der Layen, la presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola, y el secretario general de la OTAN, Mark Rutte.

En su segunda semana de mandato, el canciller recibió en Berlín tres visitas con un elevado valor simbólico: la del presidente de Israel, Isaac Herzog, la del primer ministro de Grecia –país que padeció particularmente las consecuencias del rigor financiero alemán durante la Gran Recesión–, Kyriákos Mitsotakis, y la del secretario general de la ONU, António Guterres. Culminó esa semana con un viaje oficial a Italia, donde además de reunirse con la primera ministra Giorgia Meloni, volvió a conversar con Zelensky en el Vaticano. 

Visitas a Lituania y Finlandia, dos países que se sienten especialmente amenazados por Rusia, y una tercera entrevista personal con Zelensky, invitado a Berlín, han destacado en la actividad internacional que Merz ha desplegado en los últimos días de mayo, cerrando su primer mes de mandato con Donald Trump en la Casa Blanca. Añádase a todo ello llamadas telefónicas personales, de las que ha informado a la prensa, con los presidentes de China, Sudáfrica y los Emiratos Árabes, y con los primeros ministros de India, Israel y Japón. 

En definitiva, en las cuatro semanas transcurridas desde que accediera a la cancillería federal, Merz ha proyectado internacionalmente a Alemania con una intensidad extraordinaria. Entre viaje y viaje, se ha expuesto a preguntas en comparecencias ante la prensa y en entrevistas televisadas en directo, esforzándose por contrarrestar esa pérdida de capital político que reconoce haber sufrido en la opinión pública cuando, para formar gobierno con los socialdemócratas del SPD, contravino alguna de las promesas electorales con las que ganó las elecciones. En esas comparecencias y entrevistas no ha desaprovechado la oportunidad de subrayar el buen ambiente de trabajo que prevalece entre los partidos que forman el gobierno de coalición, como si quisiera conjurar la discordia interpartidista que rompió el gobierno de Olaf Scholz. A él se dirigió, por cierto, en su primera declaración de gobierno, agradeciéndole institucional y personalmente la labor al frente del gobierno federal en “tiempos de crisis excepcionales” y deseándole el “reconocimiento de toda la Cámara y de nuestro país”.

Sin críticas ni invectivas hacia gobiernos pasados, en esa declaración ante el Parlamento Merz afirmó con rotundidad perseguir un “cambio en la política”; una política basada en la responsabilidad, la libertad, la seguridad y la paz, que pueda asegurar a Alemania no solo la primera posición europea en producto interior bruto y en población, sino también la mejor capacidad defensiva del continente, liderando conjuntamente con Francia y con otros países europeos, como Polonia e Italia, una Europa fuerte y unida, central en un “Occidente político” del que Reino Unido y Estados Unidos también constituyen piezas esenciales. 

Si se toma este primer mes como el marco que ha querido trazar Merz con las líneas maestras de su política exterior, caben pocas dudas de que España no se encuentra hoy en la órbita de sus principales aliados. Bien es cierto que ya conoce personalmente al presidente Pedro Sánchez y al rey Felipe VI[2].

“Todo comienzo es difícil”: el proverbio también podría aplicarse a quienes habrían querido encontrar a España, el cuarto país de la Unión Europea en tamaño de población, el que recibió en 2024 a casi 12 millones de turistas alemanes y aquel cuya economía más crece de toda la Unión Europea, en la agenda oficial de este intenso primer mes de la era Merz.   


[1] Aller Anfang ist schwer.

[2] El 16 de mayo coincidió con el presidente del Gobierno español en la cumbre de la Comunidad Política Europea, celebrada en Tirana (Albania), entre casi medio centenar de dirigentes internacionales. El 29 de mayo compartió con el rey Felipe VI el protagonismo de pronunciar los discursos principales en la ceremonia de entrega del Premio Internacional Carlomagno en Aquisgrán.

Comparte esta entrada
OSZAR »